martes, 24 de enero de 2012

EL HOLANDÉS ERRANTE O DE CÓMO ME TOCÓ LIDIAR CON LOS PROBLEMAS INTESTINALES DE UN MOLINERO, por Diego Cárdenas

EL HOLANDÉS ERRANTE (THE FLYING DUTCHMAN) O DE CÓMO ME TOCÓ LIDIAR CON LOS PROBLEMAS  INTESTINALES DE UN MOLINERO, por Diego Cárdenas

ADVERTENCIA: Si usted es en extremo sensible, melindroso o asquiento,  se recomienda fuertemente abstenerse de leer la siguiente nota. La misma posee información muy descriptiva respecto a eventos y situaciones que pueden resultar desagradables para el lector impresionable. El autor no se hará responsable por nauseas, traumas o imágenes mentales indeseables derivadas del siguiente relato. Recomendamos discreción.
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Todo comenzó la mañana de un caluroso día de Diciembre en la capital del país del Sagrado Corazón. Disfrutaba entonces de mis merecidas vacaciones de fin de periodo, mismas que por cuestiones laborales, se habían venido aplazando por más de año y medio. Tras haber adquirido en días anteriores un número importante de comics y obras literarias de mi total agrado, me disponía a desayunar con algo de atún y pan, para luego vegetar durante el día entero devorando uno por uno los deliciosos volúmenes impresos.

No obstante, mi  noble empresa se vio truncada por una llamada de mi hermosa amiga Yenny Ramos, quién luego de preguntarme si sabía con quién hablaba (pregunta equivalente a que un amigo con labio leporino le diga a uno “adivine con quien habla!”), inquirió respecto a mi agenda planeada para ese día. Omití cualquier otro detalle irrelevante y me limité a decir que simplemente no tenía nada planeado. Tras aplaudir de júbilo  y exclamar “yayyy” como suele hacerlo cuando algo le gusta, me comentó la situación.

Ahora que lo pienso nunca conocí la razón, pero el asunto es que tenía a un amigo Holandés atrincherado en su apartamento, presumiblemente aburrido, pues debido a sus compromisos laborales había tenido que dejarlo solo. Dado que el sujeto no hablaba nada de español, Yenny incluso había tenido que recurrir al bonachón celador del conjunto, para solicitar su desayuno, de manera que el prospecto del día no era muy prometedor para nuestro extranjero amigo. Así pues, ella me solicitaba comedidamente que, acompañase al tipillo, le hiciera la charla, fuera  a almorzar con él y luego le diera un pequeño tour por algún centro comercial aledaño.En vista de la cantidad de tiempo libre de que gozara para las fechas y luego de solicitar indicaciones acerca de cómo llegar a los aposentos de Yenny, accedí gustoso; en últimas , una penosa situación de aburrimiento en un país extraño no era deseable para nadie.

Luego de algunos percances ocasionados por mi legendaria falta de sentido de ubicación, finalmente arribé al apartamento que Yenny compartía con mi querida ex – asistente y empedernida devoradora de crepes , Nelsy Larrotta y una antigua ex – compañera de universidad, Andrea Aguiar. Tras la apertura dubitativa de la puerta, me encontré a un muchacho flacucho,  soberbiamente blanco y con un tono rubio que parecía haber sido obtenido con agua oxigenada. A través de unos gruesos lentes que de seguro  debieron haber causado muchas burlas escolares, me lanzó una mirada amigable y extendió la mano como la cortesía universal parece demandar.

El sujeto resultó ser agradable e interesante. Durante cerca de dos horas departimos respecto a su  país , su organización política , su sistema de gobierno, sus pasatiempos, sus amigos, su ciudad, los sitios que había visitado  y demás cuestiones de rigor.  Acordamos ir a almorzar  a GRAN ESTACIÓN (para la pronunciación correcta del nombre de este sito favor remitirse a Carlos Cabezas o Paola Matíz) , que si bien resulta un sitio ocasionalmente desagradable dado que es caldo de cultivo por excelencia del grupo infrahumano de individuos que se hacen llamar floggers, constituía la opción más variada y cercana a nuestro actual domicilio. La idea era almorzar con una amiga Colombiana del Molinero y luego ir a Authors ( tienda de libros en Ingles con un buen surtido de literatura y comics), donde me aprovisionaría de uno o dos ejemplares adicionales.

El almuerzo resultó ser tan normal como puede ser un almuerzo entre tres personas que no se conocen y pretenden ser amables el uno con el otro. Tras ingerir una pizza en medio de una típica conversación de Taxista (“ mucho calor en Bogotá cierto? y qué  estudias?  Ahhh… ya trabajas? Ah pero rico! Y como se conocieron? Ah…bueno pero rico) nos dirigimos nuevamente a la casa con el fin de que Sebastien, que a propósito así se llamaba, se aplicara bloqueador en su albina epidermis.

En vista de que no recordaba exactamente la dirección de la librería, descaradamente utilicé uno de los 3 computadores que vi disponibles en el apartamento y me dispuse a revisar el website con el fin de buscar indicaciones de llegada, mientras el Holandés se aplicaba su menjunje en el baño. Suelo perder la noción del tiempo cuando me encuentro en la red, de manera que pasaron cerca de 40 minutos antes de que me percatase de la extraña ausencia del sujeto. Procedí a acercarme sigilosamente a la puerta del baño,  mientras escuchaba el sonido característico del agua siendo descargada. Luego de 3 o 4 descargas sin cambio alguno en la situación, me sentí en la incomoda obligación de golpear cortésmente la puerta y preguntar -“ everything’s ok?” ( “todo bien?”).Con una voz temblorosa y que denotaba una inocultable vergüenza, Sebastien respondió – “oh man…I`ve got a problema… this is... so embarassing” (“oh viejo….tengo un problema…esto es…tan vergonzoso”). Durante los dos segundos que el sujeto tardó en abrir y cerrar apresuradamente la puerta para salir, un nauseabundo olor equiparable solo  al de la entrada de Bogotá llenó la sala del apartamento. “ I think there was something in the food…you know, sometimes it happens when you come from a different country…..your…your stomach cannot process foreing food quite well” (“creo que fue algo en la comida…usted sabe, a veces pasa cuando uno viene de un país diferente…el ...el…estomago no puede procesar la comida muy bien”), balbuceó el molinero ajustándose sus empañados lentes.  

Como si se tratase de mi vida pasando frente a mis ojos antes de la muerte, y aún forzándome a no pensarlo, no pude evitar imaginarme a este personaje llevando a cabo plácidamente sus evacuaciones intestinales, solo para darse cuenta momentos después tras múltiples intentos de descarga que había tapado el baño de tres hermosas mujeres, en un país extraño y con la única compañía de un sujeto que había conocido hacía 2 horas. Dicha situación me causó entre repulsión y ternura de manera que hice lo que cualquier ser humano decente hubiese hecho; me carcajee sonoramente  señalando su impotente y avergonzado rostro con el dedo índice…y después me dispuse a ayudarlo.

Dada  su discapacidad dialéctica en lo que a español se refería, fue a mi quien correspondió la embarazosa tarea de pedirle al vigilante una “chupa” (bomba destapacaños), misma que recomiendo a los lectores siempre tener a mano en sus baños, aún si  se trata de lindas mujeres. Luego de recibir su correspondiente saboteada, este me alcanzó el desagradable instrumento en unas condiciones más bien poco higiénicas que denotaban un uso frecuente.  Tomándola precavidamente con un par de dedos desde su mango de madera se la acerqué a Sebastien. Luego de 15 o 20 minutos de ruidos acuosos, maldiciones en Inglés y presumiblemente en Holandés, arcadas de nausea y una que otra descarga de letrina, el holandés salió empuñando la chupa manchada aún con los restos de su fracaso. “Nothing …man” (“nada…viejo”).

A este punto y ya entrados en gastos no me quedó otra opción que darle un vistazo a la “obra” de mi nuevo amigo para tratar de formular una estrategia. A la fecha no puedo decir si la contemplación de tal amasijo informe me causó más admiración que aversión. Se trataba de una masa de unos 200 gramos, de una coloración más grisácea que marrón que obstaculizaba por completo el boquete de desagüe del trono de porcelana. No obstante, lo que mas desconcierto me causó fue la configuración morfológica del objeto en cuestión; a diferencia de la usual forma semi-cilíndrica y repartida en dos o tres unidades que suelen tener los desechos intestinales, esta excreción foránea era una especie de esfera irregular que aún no logro entender como pudo haber salido por un canal de forma tan diferente. Como hubiese dicho acertadamente mi mentora Yineth Beltrán , estaba “mas raro que un bollo de tres puntas”. Peor aún, al agitarla con la chupa, dicha masa denotaba una extrema dureza, responsable de los infructuosos esfuerzos del frustrado mancebo.
Era evidente que si queríamos deshacernos del indeseado huésped sanitario, era preciso dividirlo en trozos mas pequeños. Revolqué la pertenecías de mi amiga Yenny (no miré el cajón de la ropa interior lo juro!) y luego de cavilar diversas posibilidades, decidí que entre las pocas opciones disponibles,  lo mas apropiado para dicha labor era una gancho de ropa plástico. Una vez mas, Sebastien se arrodilló frente al baño, dio un suspiro, tomó aire y empezó a apuñalar la representación física de su vergüenza de un modo maniático e inmisericorde. Al cabo de 15 minutos todo lo que se había logrado era dividir la masa en un pedazo pequeño y otro muy grande. El intento de descargar el baño fue nuevamente vano.  La masa se empeñaba en seguir con nosotros.

La desesperanza era palpable. Dentro de un par de horas las niñas llegarían y cualquier vestigio de virilidad y respeto de mi amigo desaparecería ante su mirada asqueada y condescendiente, ante la llamada a un fontanero profesional, ante los silencios incómodos y risitas contenidas que muy seguramente vendrían los siguientes días. En la hora más oscura, recordé la leyenda del diablo rojo. Por las esquinas de mi mente vagaban recuerdos de chistes y chascarrillos relacionados con este poderosísimo químico. Ocupaba en mi imaginario un lugar privilegiado junto al chupacabras, los políticos honestos y las rubias listas, se decía que existía, pero nunca había visto uno. Lleno de expectativas me dirigí a la ferretería más próxima.

Luego de quince minutos, volví con el arma de destrucción masiva que nos salvaría el día. A diferencia de lo que uno pudiese pensar, el diablo rojo no es rojo, es azúl y es necesario diluir su granulada contenido en agua y hervirla durante cierto tiempo. Con la certeza de que este era nuestro último recurso, vertimos el contenido completo de una olla y una olleta en el inodoro. Como si del caldero de Gargamel se tratase, la malsana mezcla empezó a burbujear y a humear, emitiendo sonidos similares  a los del acido corroyendo el metal. En este momento, un hedor apocalíptico invadió ya no solo la sala, sino todo el apartamento obligándonos a salir de el. Ya solo podíamos esperar, el resto…estaba en manos de Dios.

Luego de 15 minutos de una ansiosa charla en la que fingimos olvidar el tema, volvimos expectantes para verificar el resultado. La masa se había diluido por completo y en su lugar había quedado un inmundo y espeso charco de material gelatinoso. Solo faltaba la última prueba…con mano temblorosa, Sebastien descargó el baño. Con triunfales torbellinos que parecieron danzar siniestramente al ritmo de la quinta  sinfonía de Beethoven, todo vestigio de excremento fue consumido por el implacable y voraz apetito del excusado. Podría casi jurar que incluso un rostro agónico se formó y nos maldijo enmudecido  por una fracción de segundo antes de desaparecer por completo. La victoria era nuestra…bueno casi, ahora era menester desmanchar el baño que había quedado completamente teñido de azul y por otro lado el hedor no se iría tan fácilmente.

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Finalmente logramos partir para continuar con nuestro plan, 4 horas mas tarde de lo presupuestado. A manera de agradecimiento, disculpa y soborno, Sebastien me obsequió el comic compilatorio completo de Batman:Hush, de modo que puedo decir que tanto esfuerzo no fue en vano. No obstante, por encima de las recompensas materiales, el haber hecho frente común a una amenaza biológica de esta envergadura, crea entre dos hombres, aunque virtualmente desconocidos, un vínculo especial. Como si de hermanos de armas se tratase, el haber sobrevivido a una situación tan crítica, hará que siempre recuerde con cariño a mi albino amigo aún cuando muy probablemente no lo vuelva a ver, y es que….we`ve been through a lot of shit together.

2 comentarios:

  1. Publicado originalmente en FACEBOOK el Sábado, 26 de febrero de 2011 a la(s) 13:15

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  2. Ohhh man, definitely, you are the best, Diego Cardenas! I miss you a lot!

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