domingo, 1 de noviembre de 2020

Malos hábitos: subversión y mitología en Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz

Por Diego Cárdenas


Introducción: levantando el hábito

No sería descabellado afirmar que Juana Inés de Asbaje (1648-1695) empezó a subvertir el orden establecido desde el momento mismo de su nacimiento. Como hija ilegítima de un matrimonio que no tenía unión eclesiástica formal, fruto de la “laxitud de la moral sexual en la colonia” (Paz, págs. 98-107) y posteriormente miembro de un núcleo familiar con tres medios hermanos y un padrastro que, de nueva cuenta, no había contraído matrimonio con su madre, es innegable que Juana Inés arribó a un entorno que negaba los cánones de la familia tradicional. Su temprano interés por la escritura y la poesía trastocaba las expectativas que para la época se tenían de una chiquilla nacida en una alquería mexicana. El completo desinterés por una vida marital y de sujeción a la autoridad de un esposo, no harían más que confirmar esta animosidad subversiva.

Pero Juana Inés, por prodigiosa que fuera, no contaba con la posibilidad de desafiar frontalmente el aparataje cultural, colonialista-patriarcal de entonces. Esta insolencia le hubiese resultado infructuosa, problemática y hasta mortal. Así las cosas, tendría que valerse de una máscara, un ropaje que la ayudara a encajar mejor, pero que a la vez le permitiera desarrollar de algún modo su proyecto de vida. Y es que como dice la filósofa e investigadora argentina María Lugones a propósito de estas estrategias de encubrimiento: “El sujeto (…) tiene que vestirse, disfrazarse, ocultarse para poder aparecer como alguien capaz de ejercer esta reducción de la heterogeneidad a la homogeneidad, de la multiplicidad a la unidad”. (Lugones 1994: 463).

¿Qué mejor túnica de ocultamiento que el hábito? Ante la amenaza constante de su objetivación como esposa, de los oficios caseros que esto conllevaba, de la preñez y crianza de los hijos – lo que hubiese desbaratado sus ambiciones más allá de toda reparación – el claustro conventual no parecía en absoluto una idea desdeñable. Entre la identidad diluida de este cuerpo colegiado, sus posibilidades de desarrollar una resistencia soterrada, un discurso oblicuo, un subterfugio mucho más convincente, eran en definitiva más altas. Se puede inferir que Sor Juana, a pesar de encontrar falencias en los postulados y prácticas de la organización a la que se adscribió, siendo simultáneamente sujeto de liberaciones y opresiones, no se intimidaba por el poder que podría ejercer desde esa posición, por mínimo que fuera. Veía en él, en cambio, una oportunidad. Según afirma ella misma:

Entréme religiosa porque aunque conocía que tenía el estado […] cosas muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de seguridad que deseaba de mi salvación [...]que eran de querer vivir sola; de no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros. (en González 2016:21)

En un contexto en el que hasta la mente humana es estrictamente monitoreada a través del sacramento de la confesión, Sor Juana adopta sagaz el ejercicio escritural camuflado inicialmente como forma de penitencia. De esta manera logra evadir parcialmente – y no sin peligrosos devaneos como su trifulca con Antonio Vieira-  la censura y la hoguera. De esta forma, en un continuo tomar y ceder, arriesgar y conservar, afirmarse y fingir, con éxito parcial Sor Juana se va estableciendo como sujeto subversivo subrepticio. En palabras de Michel Foucault: “El sujeto es constituido a través de prácticas de sujeción, o […] a través de prácticas de liberación, de libertad […] empezando por supuesto a partir de cierto número de reglas, estilos y convenciones que se encuentran en la cultura”. (Foucault 1995: 288). Una subversión negociada.  

No podría Sor Juana haber logrado su notoriedad sin haberse insertado en la estructura conventual-clerical. No habría tenido ocasión de conocer a notables mecenas y protectores como el Marqués de la Laguna. No habría escapado su continua desfachatez y socarronería a las fauces inquisitoriales. Su filiación, conveniente o genuina, fue lo que le permitió salvar con algún nivel de satisfacción y al menos en un principio, su desfavorable condición. A estas potencialidades de subversión al interior de un colectivo alude Lugones:

Las historias afiliativas incluyen la formación de voces en rebeldía que muestran la interrelación de la raza, el género, la cultura, la clase y demás diferencias que afectan y constituyen la identidad de los miembros de un grupo. Esta es una diferencia muy significativa respecto a la sugerida por la literatura postmoderna que va contra una política de la identidad y se posiciona en favor de una minimización de la significación política de los grupos. (Lugones 1994,468)

Pero si el servicio religioso de Sor Juana Inés de la Cruz fue una suerte de Caballo de Troya empleado para confundir a su oponente desde dentro ¿cuál era el material de que estaba hecho el armazón? Dicha pregunta puede responderse, al menos parcialmente, gracias a las referencias mitológicas de su poema magno Primero sueño.

Un noviciado paralelo: desobediencia, castigo y subversión en la mitología de Primero Sueño

Como es ampliamente conocido, este poema filosófico-moral de 975 versos alude al ascenso onírico del alma como intelecto, su caída vertiginosa tras fracasar en la búsqueda inasible de la comprensión universal y un nuevo ascenso más consciente y humilde pero incompleto, que precede al despertar y la llegada del día. Esta sección, no obstante, se centrará en aquellas referencias mitológicas que en esta obra de la religiosa mexicana aluden a la desobediencia, la rebeldía, el castigo y otras variables que se han considerado relevantes y coherentes con el desarrollo de lo que más arriba se etiquetaba como su discurso oblicuo: aquellas tácticas discursivas y literarias que se asumen instrumentos de diatriba, reclamo solapado o afirmación filosófica.

Es de notar que la sola necesidad de un lector erudito, no ya para captar las referencias mitológicas sino el poema entero, reafirman el carácter críptico de la postura de De la Cruz y que su modestia – seguramente falsa- al llamarlo apenas “un papelillo”, da cuenta de su intención de ocultación parcial. Así también, las insinuaciones mitológicas que se discutirán, en su mayoría greco-romanas, serán aquellas de mayor oscuridad relativa, prescindiendo de las asociadas deidades más conocidas como Júpiter, Vulcano, Plutón, Neptuno, Alcides (Hércules) entre otras, que también aparecen profusamente en el poema.  Todas las citaciones a la obra que de aquí en adelante se hagan, corresponderán a la edición de Poemas Líricos de José Carlos González Boixo, de Cátedra (2016).

Ya tempranamente, en el verso 14, aparece una primera alusión mitológica:

del orbe de la diosa

que tres veces hermosa

con tres hermosos rostros ser ostenta

Esto corresponde a las tres fases de la luna que se conocían en la antigüedad, encarnadas según el mito en la diosa triple Proserpina, Diana y Selene. Diana, así conocida en la tierra, diosa de la caza y la naturaleza, era benefactora de los partos y la fertilidad, aunque ella misma era virgen y fue una de las tres diosas que juró no casarse nunca, una resonancia inmediata a Sor Juana. Selene, aspecto del cielo, es la personificación de la luna, con asociaciones muy similares a las de la Diana terrestre, Selene además protegía a los enamorados. Finalmente, Proserpina, versión del inframundo, es la consorte raptada de Plutón-Hades.  Los tres aspectos, mundano, luminoso y oscuro, todos encarnados por mujeres fuertes y resueltas a pesar de su posición a veces poco ventajosa, abren un panorama enfáticamente femenino en el que se insistirá menudo en el poema.

Comenzando el verso 26 se presenta una referencia mitológica a la subversión y al castigo:

Con tardo vuelo, y canto, de él oído

mal, y aún peor del ánimo admitido,

la avergonzada Nictímene acecha

de las sagradas puertas los resquicios

o de las claraboyas eminentes

los huecos más propicios

Nictímene, hija del rey de Lesbos, Epopeo, incurrió en la obscena ofensa del incesto con su padre. Si bien en algunas versiones del mito el encuentro carnal fue consensuado, en otras se sugiere que se trató de una violación. Cualquiera que sea el caso, el “crimen” de la muchacha fue castigado con la pena de ser convertida en lechuza. Así, la subversión de una ley, la perturbación de los roles naturalmente aceptados, recibieron un severo castigo del lado del perpetrador femenino, condición que se antoja aún más injusta si consideramos aquella versión en que la mujer es solo una víctima.

Pero la historia no culmina allí. A la altura del verso 36 hay nueva información:

consumiendo; que el árbol de Minerva

de su fruto, de prensas agravado,

congojoso sudó y rindió forzado.

El árbol de Minerva, la segunda de las tres diosas que prometió nunca tener cónyuge, es el olivo. Nictímene bebe de este aceite, extinguiendo las lámparas aludidas. Esto, aunque tiene un propósito práctico, pues en sección del poema se empieza a dejar el mundo a oscuras, tiene igualmente una intención más simbólica. El olivo generalmente representa paz y sabiduría: la única forma que una mujer oprimida e injustamente vilipendiada tiene para encontrar solaz y reivindicación es el conocimiento, justo como lo fueron los libros para Sor Juana.

El castigo aparece de nuevo iniciando los versos 39:

Y aquellas que su casa

campo vieron volver, sus telas yerba,

a la deidad de Baco inobedientes

ya no historias contando diferentes,

en forma si afrentosa transformadas

segunda forman niebla,

ser vistas, aun temiendo en la tiniebla,

aves sin pluma aladas:

aquellas tres oficiosas, digo,

atrevidas hermanas,

que el tremendo castigo

de desnudas les dio pardas membranas

alas, tan mal dispuestas

que escarnio son aun de las más funestas

 

Y 53:

éstas con el parlero

ministro de Plutón un tiempo, ahora

supersticioso indicio agorero

 

El primer castigo hace referencia a las tres hijas de Minias. Estas eran incrédulas y cuestionaban la existencia de Baco, no le rendían culto y en cambio se dedicaban a tejer y contarse historias. En represalia, su hogar fue destruido, sus telas convertidas en hiedras y ellas mismas transmutadas en murciélagos. Otro retorcido y desproporcionado escarmiento femenino adjudicado por la no adhesión a un culto religioso, la preferencia por actividades más mundanas y el amor por la palabra. Un riesgo muy real para mujeres que como Sor Juana se desviaran de las limitadas sendas que la sociedad les ofrecía.

En el segundo grupo de versos se encuentra la sanción aplicada a Ascáfalo, informante secreto de Plutón que, tras una acción delatora, fue transformado en búho, un ave de mal agüero entre los romanos que además está condenada al silencio. Hablar de más, un concepto muy relativo y a menudo aplicado con más severidad a las mujeres de la época, bien podía granjearles animadversión o incluso el silencio eterno: la muerte.

Esta idea del silencio tiene una re-interpretación comenzando la línea 73:

el silencio intimando a los vivientes,

uno y otro sellando labio obscuro

con indicante dedo, Harpócrates la noche silenciosa;

a cuyo, aunque no duro, si bien imperioso

precepto, todos fueron obedientes.

Harpócrates es una variante de Horus, es el dios egipcio del silencio. Su efigie se representa con un dedo posado sobre los labios, en el gesto usual de que quien demanda callar. Como en el caso del olivo, acá cumple una función práctica pues en este pasaje todos los seres del universo, desde los animales hasta el mar, empiezan a guardar silencio y quietud para dormir. No obstante, también podría inferirse que se trata de la quietud y silencio contemplativo que son requeridos para el estudio, la lectura y el análisis a que era tan asidua la autora y en pos del cual, líneas más arriba, confiesa haber buscado su ordenamiento novicial. El sosegado silencio de sus libros.

Re-aparece lo punitivo desde el verso 113:

aun con abiertos ojos no velaba.

El de sus mismos perros acosado,

monarca en otro tiempo esclarecido,

tímido ya venado

Como ya se ha dicho, Diana se consagró a sus misterios virginales y según el mito, mientras se bañaba desnuda en compañía de sus ninfas, Acteón, un talentoso cazador, la contempló accidentalmente y quedó embelesado. En represalia por haberla profanado aun cuando fuera de vista, la diosa lo transformó en ciervo, con tan mala suerte que fue devorado al instante por sus propios perros de caza. Se percibe acá una doble representación: la del peligro figurativo que corren los hombres necios al tratar de mancillar las elecciones de las mujeres resueltas y la poca confianza que, bajo ciertas circunstancias, se puede depositar hasta en el más cercano de los amigos. Ciertamente Sor Juana defendió a ultranza su resolución, a menudo ridiculizando sutilmente a sus adversarios en el campo intelectual y solo fue ante monumentales presiones externas que se vio forzada a claudicar. Es también claro que los ataques más acérrimos que sufrió provinieron en su mayoría de aquellos que se supondrían más cercanos: sus hermanos de fe.

Estos continuos ataques, sutiles o frontales, demandaron de la autora una perpetua vigilancia y una astucia afilada. También la hicieron sentir con frecuencia exiliada, ajena a su propio entorno. Algo similar se alude a partir de la línea 129:

De Júpiter el ave generosa

(como el fin reina) por no darse entera

al descanso, que vicio considera

si de preciso pasa, cuidadosa

de no incurrir de omisa en el exceso,

a un sólo pie librada fía el peso

y en otro guarda el cálculo pequeño,

despertador reloj del leve sueño,

porque si necesario fue admitido

no pueda dilatarse continuado,

antes interrumpido

del regio sea pastoral cuidado.

El ave de Júpiter es el águila. Aquí se muestra cómo, aunque está siempre alerta, sostiene una roca entre una de sus garras por prevención. Si acaso llegara a quedarse dormida, la caída y el impacto de la piedra la despertarían. Según Lezama Lima: “la vigilancia extremada que ocasiona la pasión faústica de conocimiento (el vuelo atrevido hacia el sol) y la tragedia del exiliado o expulsado que pierde contacto con su paisaje – del periodo barroco como del romántico y posromántico” (Lezama Lima, 25: 2011). Esta avidez faústica por el saber, un figurativo pacto con el diablo, demandaría de la monja una vigilancia tan incesante como la del águila referida. 

Una nueva figura mitológica femenina es insinuada a partir del verso 712:

quien de la fuente no alcanzó risueña

el ignorado modo

con que el curso dirige cristalino

deteniendo en ambages su camino,

los horrorosos senos

de Plutón, las cavernas pavorosas

del abismo tremendo,

las campañas hermosas,

los Elíseos amenos,

tálamo ya de su triforme esposa,

clara pesquisidora registrando,

útil curiosidad aunque prolija,

que de su no cobrada bella hija

noticia cierta dio a la rubia diosa,

cuando montes y selvas trastornando,

cuando prados y bosques inquiriendo,

su vida va buscando

y del dolor su vida iba perdiendo;

El mito referenciado es el de Aretusa, de quien Alfeo, una deidad fluvial, se enamoró perdidamente. Con persistencia en el motivo, es notado que la mujer había tomado un voto de castidad, por lo que con ayuda de Diana se transformó en corriente de agua para huir de su pretendiente. En su fuga terminó por filtrarse en el inframundo y descubrir el paradero de Proserpina, a quien su madre buscaba con desespero desde su rapto. Además de la evidente insistencia en la evasión de la maternidad, acá se aprecia una prefiguración de sororidad, tanto en la cooperación de la diosa ante el predicamento de la mujer, como en la ayuda brindada a la progenitora de una desaparecida. 


La última referencia a analizar se encuentra al dar inicio el verso 785:

 y al ejemplar osado

del claro joven la atención volvía,

-auriga altivo del ardiente carro-

y el, si infeliz, bizarro

alto impulso al espíritu encendía

donde el ánimo halla,

más que el temor ejemplos de escarmiento,

abiertas sendas al atrevimiento

que una ya ves trilladas no hay castigo

que intento baste a renovar segundo;

segunda ambición, digo,

ni el panteón profundo

cerúlea tumba a su infeliz ceniza,

ni el vengativo rayo fulminante

mueve por más que avisa

al ánimo arrogante

que el vivir despreciando determina

su nombre eternizar en su ruina;

tipo es antes modelo

ejemplar pernicioso

que alas engendra a repetido vuelo

del ánima ambicioso,

que del mismo terror haciendo halago

que el valor lisonjea,

las glorías deletrea

entre los caracteres del estrago.

O el castigo jamás se publicara,

porque nunca, el delito se intentara,

político silencioso antes rompiera

los autos del proceso

circunspecto estadista,

o en fingida ignorancia simulara,

o con secreta pena castigara

el insolente exceso,

sin que a popular vista

el ejemplar nocivo propusiera;

que del mayor delito la malicia

peligra en la noticia

contagio dilatado trascendiendo,

que singular culpa sólo siendo,

dejara más remota a lo ignorado

su ejecución, que no a lo escarmentado.

Siendo este uno de los pasajes más conocidos y analizados de la obra, se comentará aquí solo de manera breve.  Estos versos se refieren a Faetón, hijo desobediente de Apolo, que con arresto y arrogancia monta el carro del sol pese a las advertencias de su padre. Pero debido a su inexperiencia y luego de causar múltiples estragos, termina por colisionar y ahogarse en el río Po. Este mito, muy parecido en implicaciones al de Ícaro, refleja cómo Sor Juana sabe que su empresa será fallida. Tanto la mencionada en el poema – la búsqueda de la comprensión universal de las ideas- como su propio proyecto de vida. Al final la religiosa se vio forzada a renunciar a la ciencia, a sus ambiciones académicas y literarias y murió a temprana edad (46 años) mientras cuidaba de otras hermanas enfermas durante una epidemia. No obstante, su atrevimiento no podía ser sofocado. Su necesidad de afirmación, de auto-reconocimiento, la llevó a emprender como Faetón, un viaje desenfrenado, luminoso y lleno de gloria. Pero valió la pena: el que su llama se haya consumido con rapidez no hace otra cosa que anunciarla más resplandeciente.


Conclusiones

El estudio de los componentes mitológicos de la obra revela una insistencia particular pero sigilosa en temas como las mujeres empoderadas, las mujeres oprimidas, los castigos injustos y severos, las más de las veces consecuencia del intento de heterogeneidad, el valor capital de los pactos auto-impuestos, la evasión constante de la maternidad y el matrimonio, la resiliencia y el compromiso ideológico, por fútil que resulte un emprendimiento. Por otro lado, es notable como la autora se limita a describir ciertos episodios o a lo sumo nombrar personajes. Rara vez recrea poéticamente las situaciones o historias, sino que exige la presencia de un lector suficientemente ilustrado, capacitado para captar o seguir la pista de sus analogías y las implicaciones de las mismas. Una verdad escondida a plena vista es entonces, la nota predominante en la estrategia subversiva de Sor Juana.


Referencias

Foucault, Michel. Citado en SAWICKI, Jana. “Foucault and the Question of Feminism, Feminist Interpretations of Michel Foucault. Ed. Susan Heckman. Penn State University Press, 1995

Henríquez Urueña, Pedro. Las corrientes literarias en América Hispánica. Fondo de la Cultura Económica. México D.F. 2014

González Boixo, José. Sor Juana Inés de la Cruz, Poesía Lírica, Madrid, Ediciones Cátedra. 2016

Grimal, Pierre. Diccionario de mitología griega y romana. Barcelona: Ediciones Paidós. 2010

Lezama Lima, Jose. La Expresión Americana.Editorial confluencias. 2011

Lugones, María. “Pureza, Impureza y Separación”. Signs. Issue 19. Trad. Marta Martín Domine. 1994.

Paz, OctavioSor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, México, Fondo de Cultura Económica, 1982.