viernes, 3 de febrero de 2012

DESENCHUFATE-CHUFATE , Por Diego Cárdenas

DESENCHUFATE-CHUFATE , Por Diego Cárdenas


Quienes conocen a este servidor e incansable aventurero de las composiciones pretenciosas y escatológicas, habrán de recordar - tal vez de mi época universitaria- que dos cosas consiguen que monte en cólera  con una facilidad e intensidad inusitada: Que un automotor propine desesperadamente bocinazos dirigidos a mi humanidad ( razón misma por la que contemplar la idea de adquirir vehículo y aprender a conducir me resulta tan atractiva como la de albergar una familia de alacranes en mis calzoncillos) o que algún desprevenido parroquiano sujete alguna de la revistas/libros/ cómics de mi propiedad doblándolos inmisericordemente  de forma cónica en una de sus manos mientras mantiene una sonrisa socarrona en su despreocupado rostro. Cualquiera de estos eventos logra que mi fas se desencaje y adquiera un imperceptible tic en mi ojo/ceja derechos  acompañado de un temblor creciente en mis puños firmemente cerrados al tiempo que hago acopio de todo mi autocontrol para evitar torturar rectalmente al infractor con el paraguas mas grande que encuentre a mano. El último psicólogo que visité con propósitos de evaluación profesional ( tenía 14 años por esa época) , sentenció tajantemente que tenía demasiada paciencia y ese constituía un inconveniente comportamental grave. Luego de tantos años debo darle la razón al loquero pues mi pasividad colérica  me ha granjeado mas de un inconveniente cuando ya no logra ser contenida y explota de manera semejante a una parodia desgarbada de Hulk o un émulo de Hank, el de "Me, Myself and Irene".

Muchos respirarán tranquilos, pues pensarán acertadamente que dichos sucesos no se han de dar con demasiada frecuencia, reservando mis episodios de "barbarie" a las caminatas domingueras ( día en que los beodos del volante madrugan a dar su cacofónica sinfonía al peatón de turno) , los caravanas fúnebres de los transportistas ( que probablemente pitan indiscriminadamente con la esperanza de que el finado despierte profiriendo improperios -muy propios-  de su otrora oficio) y tal vez la visita del ocasional novato a mi colección literaria ( ocasión en que debido a su condición de principiante en el arte de atesorar documentos impresos, suelo hacerme el de la vista choncha y darle otra oportunidad).

Debo contarles no obstante, mis queridos y caros amigos, que no sin una alarmante preocupación, en los últimos años ha surgido una fuente de acumulación progresiva y constante de enojo para mi tolerante persona que sobrepasa por mucho las dos causales ya mencionadas y que a diferencia de ellas, debo soportar a diario: los dispositivos de telefonía celular con conexión a internet. Sí, les hablo de los Black Berries, Androids, Iphones y demás demoníacos aparatos que con  variopintas denominaciones no tienen otra función que la de acabar con la ya escasa tranquilidad del ciudadano promedio y deteriorar aún más las relaciones interpersonales que estos sostienen con dificultad. Me refiero a estos elementos salidos del averno que sin pesar demasiado encorvan espaldas, enrojecen pulgares y agachan cabezas con un poderío superior a cualquier regaño materno o  epifanía religiosa. Estos indeseables huéspedes que sin pedirle permiso a nadie se han quedado en nuestras casas como el tío desempleado que quisieras pero no puedes echar, en nuestras oficinas como el familiar incompetente/mozuela cabeza-hueca del jefe que resulta odiado/a pero intocable  y en nuestros sitios de recreo como el borracho buscapleitos y coquetón que termina por  ser hijo del dueño del bar , constituyen la fuente mas reciente e intensa de mis rabietas.

Con sus pitidos persistentes e intolerables, estas bestiecillas electrónicas ostentan la capacidad de interrumpir con igual efectividad e impunidad el momento más emotivo de cualquier película, la orientación más importante de una clase o el más poderoso de los orgasmos por llegar. Convierten a un individuo otrora sociable y bonachón en un autómata autista incapaz de sostener una conversación decente por más de dos minutos seguidos, exponiendo a quien lo contempla a una serie de expresiones faciales, risas contenidas, reclamos a media voz y murmuraciones inciertas, dignas de cualquier paciente mental que se acurruca entre paredes acolchadas susurrando en un charco de su propia orina. Esto claro, cuando es uno quien teclea y otro quien observa tratando infructuosamente de entablar conversación. Ahora bien, cuando un grupo de individuos manipula dichos dispositivos en el mismo espacio, digamos, un almuerzo o cena informal,  resulta mucho peor, pues los sujetos generalmente intercambian escasas palabras carentes de mucha profundidad, de lo cual nadie se percata pues los lapsos de atención que entre todos se prestan son mínimos. Los presentes se ignoran entre si para dar prelación a quien se encuentra lejos y ausente de momento. Esta lógica se me antoja similar a tener un apuro intestinal y en lugar de atenderlo en la letrina reluciente e higiénica que se posee en el hogar , preferir desplazarse hasta las afueras de la ciudad para aliviarse en un potrero,  oscuro , húmedo, lleno de mosquitos y rodeado de facinerosos.

Nuestro querido Castellano, que se encuentra ya mas abusado y vapuleado que violador de menores recién ingresado a prisión, ha sufrido aún mas embates gracias a estas hemorroides de bolsillo. La avalancha de "K's" , "X k's", "hay's", "ay's", "ahí's", "haber'es" y "a ver'es ", entre otras barrabasadas idiomáticas que inició con el querido messenger ha encontrado firme asiento en el chat telefónico. Expresiones como "mándame un pin" , que humildemente considero yo tan acertadas como " hazme un please" pueblan las conversaciones virtuales del día a día. Ni que decir de mutaciones del lenguaje tan incomodas como " pineame" o "texteame" . Al parecer el "reguetón" se niega dejar títere con cabeza ( o cerebro).

Del mismo modo resulta algo desconcertante la condescendencia con la que tratan algunos de los flamantes propietarios de estas maravillas de la comunicación moderna, a quienes como yo, aún poseen la archiconocida "flecha" de vender minutos y no tienen interés  alguno en cambiar de sistema. Pareciera que una inexplicable vergüenza ajena poblara sus rostros cuando uno saca su arcaico aparato para contestar la ocasional llamada, después de la cual suelen venir comentarios orientados a la necesidad social inaplazable que representa tener uno de estos BBs  y de los múltiples beneficios que ofrecen( quién no quisiera presumir con un status como "fulanito se acaba de conectar desde CORABASTOS" o " Zutanito estuvo en LA PISCINA hace dos horas" ???). A veces creo que las compañías de telecomunicaciones le están ganando en número de cerebros lavados a los cultos religiosos de garaje, logrando sin mucho esfuerzo, que otros evangelicen por ellos, sin cobrar un peso.

En resumen, a veces pareciera que la vida moderna hubiese creado una necesidad constante de tener a todo el mundo disponible todo el tiempo para comentarle cosas tan trascendentales como la frecuencia y presión de nuestra micción o la posición que asumimos al sentarnos en el baño para evitar que el característico "splash" de la descarga resulte demasiado sonoro, mientras desestimamos sin sentimiento de culpa alguno la presencia de nuestro interlocutor más próximo.

De manera pues querido lector, que si posee usted uno de estos inventos de Belcebú y en algún punto desea entablar una charla corta pero sustanciosa conmigo, le agradezco infinitamente apague o de alguna manera inhabilite su aparato, la recompensa puede ser una ocasional conversación sin pretensiones …y el castigo que se me ocurra verificar que tan resistentes resultan estas maquinitas al ser lanzadas a varios kilómetros por hora contra el muro más cercano, para después ser rociados con abundantes líquidos corporales de aroma amoniacal.

De mi parte, me quedaré con mi prehistórico  modelo, que no interviene con mis lapsos de atención ni mi habilidad verbal, en el que mi jefe no me puede encontrar a las 2 de la mañana de un domingo, a través del cual es imposible saber si leí o no un correo electrónico laboral, por el cual no me tengo que endeudar mas allá de la ocasional recarga, que no me hace blanco del hampa, que no interrumpe mis faenas sexuales ( y que incluso las ha potenciado ;) ), que no se desintegra en pedazos luego de una pequeña caída, que tiene una batería que dura  mucho mas que varias de las de algunos dispositivos modernos, que en caso de perderse tras una juerga etílica no me generaría un dolor de cabeza financiero descomunal y que encima de todo, tiene linterna. Muchos se burlan señalando que es a blanco y negro, pero hey…el día en que mi oído desarrolle sensibilidad cromática, tal vez entonces piense en comprar un celular a color.

Muchas gracias,

DIEGO CÁRDENAS

 


3 comentarios:

  1. Otra molesta tendencia de estos personajes que olvido mencionar don Diego, es la de tomar fotos de los eventos y/o momentos más triviales y compartirlos en la red social de turno.

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  2. Efectivamente don Mario, gracias por el recordatorio

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  3. Leyendo este articulo http://co.noticias.yahoo.com/10-personas-sufren-nomofobia-temor-salir-movil-163606240.html inmediatamente recordé su escrito.

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