CAPITULO 6
IRBY
Si recordar es vivir,
sin duda olvidar es morir un poco. Morir debería ser entonces una
bendición para el suicida. Pero existen aún algunos que, como yo, deciden escupir
en la cara de la providencia y tratan de hurgar sin consideración entre los
remanentes del pasado. La habitación era
minúscula, no más que un cuarto de “san alejo” reservado para los cachivaches y
desechos de una época que hubiese querido ser dorada. Cajas enmohecidas y ruinosas se apilaban
hasta el techo, conformando una triste
despensa de promesas aplazadas. Mis
archivos incompletos eran guardados con celo por mi madre, si no por el
talento en ellos contenido cuando menos
por nostalgia de lo que pudo haber sido.
Beata hasta la médula, nunca estuvo muy de acuerdo con
las temáticas truculentas y siniestras que a menudo poblaban mis escritos,
achacando mi obsesión por lo oculto a la temprana muerte de mi padre en un
accidente de tránsito. No obstante ese terco orgullo de madre que no abandona
ni a la progenitora del peor reo la obligaba a presumir de su hijo “escritor”
siempre que podía.
En retrospectiva, se puede decir que mamá me dio vida dos
veces. La primera en mi nacimiento y la
segunda, gracias a los registros de mi trabajo que meticulosamente guardó y sin
los cuales mi existencia espectral habría estado desprovista de memorias. Aún
no se si deba agradecerle o reclamarle.
Sumergido en el mar de mis proyectos inconclusos leía con
avidez las más recientes entradas de mi diario. Sin duda era menester alejarme
por un rato de “La Antorcha” después del
fiasco de mi plan. Cualquiera que haya sido la protección
emplazada en la puerta escondida de la oficina de Don Orlando, era claro que
estaba diseñada para ahuyentar fantasmas causando el mayor daño posible. Doña Adela, Kiara y yo aún no nos reponíamos del
episodio. Flotábamos tenues, a la deriva y sin energía para siquiera
manifestarnos a voluntad. Por días deambulamos con la fatídica apariencia que
teníamos el día de nuestra muerte: la mucama con su soga al cuello, la artista desangrándose
por las muñecas y el escritor frustrado
con un balazo en la sien. Un trío funesto incluso a vista de nuestros pares,
que tuvieron que esperar cerca de una semana para poder obtener una explicación
muy poco satisfactoria de los sucesos acontecidos. Curiosamente, solo Max parecía no haber sido afectado por el
incidente y además de una visible e infructuosa preocupación por tratar de
cuidar de nuestra “salud”, su apariencia y comportamiento permanecían invariables.
Nuestra condición mejoró un poco con el tiempo pero el
ambiente se tornó más tenso. Recriminaciones y culpas llovieron sobre mí. Doña
Adela apenas saludaba por forzada urbanidad y Kiara decidió no dirigirme la
palabra en respuesta a lo que llamó “un plan estúpido, infantil y egoísta que
no logró más que hacernos correr riesgos innecesarios para satisfacer mi
curiosidad”. Un temor amorfo las invadía y solo a través de sus reclamos podían
de alguna manera justificar la fuente desconocida de su inquietud.
Evidentemente la cercanía de EL OLVIDO
las había desencajado por completo pese a no haber sido conscientes de
su presencia. No obstante no me atreví a relatarles todo lo ocurrido para no
acrecentar aún más su terror y confusión. Para colmo, debido al bochornoso
incidente “El Imbécil” había sido echado a patadas de la oficina de Don Orlando
y hacía semanas que ni a él ni a Valeria se les veía por el bar.
Al borde de mi paciencia, decidí hacer una de mis
conocidas excursiones a casa de mamá para adelantarme en el diario. Carlos
estuvo más que presto a ayudarme esta vez.
– ¿Quién iba a
creer que a las mujeres fantasmas les viene la regla eh? Ese par ha estado mas
intolerable que de costumbre últimamente. Lo que sea por salir de aquí –
El transporte estaba listo, pero el músculo que me
ayudaba a abrir el cajón del escritorio, buscar el diario y pasar las páginas
era otra historia.
– Cuando te cumplí el caprichito de salvar el cuadro
del maldito gato ese te dije que te iba a salir caro ¿recuerdas muchacho? –
Preguntó Monseñor con una desagradable
sonrisa.
–Imposible olvidarlo. Todos los días me pregunto si a
lo mejor habría salido más barato venderle mi alma al diablo… ¿Qué es lo que
quiere esta vez? – Pregunté sin poder evitar que la repulsión empezara a
invadirme. Repulsión por el cura…repulsión por mí mismo.
En otras ocasiones Monseñor me había prestado su
invaluable servicio por un repugnante precio. El departamento de mi madre
estaba en el décimo piso de un edificio en el que vivía mucha gente. Viudas
como mamá, solteros, parejas recién de recién casados…familias. El antiguo prelado
había accedido a ayudarme con la condición de que en cada visita, le indicara un
departamento diferente en el que hubiese un niño, varón para más señas. Según
sus exigencias, pasaría las páginas de mi diario durante quince minutos, tarea
que aunque corta lo agotaba visiblemente dada la minucia y precisión
requeridas. También quince minutos, dedicaría luego a “visitar” al niño elegido, “a
solas” de acuerdo a sus términos, es decir, sin mi presencia o la de Carlos.
La primera vez, la idea me pareció inaceptable e inmoral
más allá de toda concepción. Pero luego mi sed de memoria empezó a
justificarme. Quince minutos era muy poco tiempo y luego de lo exhausto que
lucía el anciano tras usar su talento, era muy poco probable que lograra
materializarse lo suficiente para siquiera rozar a alguien. Además si el niño
gritaba o lloraba muy seguramente sus padres acudirían en su ayuda frustrando
cualquier avance del viejo. Terminó de convencerme cuando, en esa primera
ocasión, prometió con un guiño que no tocaría al niño aún si sus capacidades se
lo permitieran. Luego de la primera visita y tras revisar con recelo al chico,
no noté nada anormal. Las siguientes visitas tampoco presentaron ninguna
novedad: los niños continuaban riendo, jugando, observando televisión o
simplemente durmiendo sin trastorno aparente. Poco a poco me fui tranquilizando
y la grotesca exigencia se hizo rutinaria.
No obstante sentía en el fondo que estaba aceptando un
trato perverso. Solo Dios sabía qué nauseabunda necesidad podría estar supliendo
el anciano con los niños y al exponerlos a
sus potenciales vejaciones, aun cuando fueran etéreas, era indudable que yo mismo me estaba
condenando.
–Esta vez quiero hacerle una visita a tu sobrino– Dijo
tajante Monseñor.
Durante muchos años mamá se aferró a la casa donde
había vivido con mi padre y en la que nos criamos mi hermana y yo. Esa misma casa
que eventualmente abandonamos para hacer nuestras vidas. La soledad magnificada por una casa grande y
vacía, pudo más que la nostalgia y luego de un par de años de nuestra partida,
mamá decidió venderla y mudarse a un departamento más pequeño rodeado de
vecinos que pudiera saludar cortésmente cuando se los topara en el
ascensor. No obstante su mayor desahogo
social estaba constituido por las vacaciones de Daniel, el hijo de mi hermana. Cuando
la escuela terminaba, Daniel solía quedarse un par de meses en el departamento,
engordando como puerco con cada manjar que le embutía mi madre, escuchando con
atención las viejas historias familiares que ella le contaba y pasando horas
enteras observando álbumes de fotos descoloridas y sobre todo, embarazosas.
– Está bien. Las mismas reglas aplican– Respondí sin
pensarlo demasiado.
La propuesta resultó ultrajante a primera vista, pero
como en casos anteriores mi curiosidad y mi falta de conexión con el chico hicieron
su parte. La facilidad con la que a veces me alejaba de toda humanidad y decencia
me sorprendía y aterraba a la vez. ¿Sería este desprendimiento consecuencia de
mi condición fantasmal o había siempre sido un bastardo insensible y egoísta?
Trataba de hallar la respuesta a esta y otras
preguntas entre las páginas de mi diario. A lo largo de mis visitas me había
enterado de parte de mi historia: mi profesión, mis antecedentes, mis manías,
mi historia familiar, el nombre de mis escasos amigos e incluso detalles más
banales como las comidas que disfrutaba o los autores que leía.
A través de mi diario me volví a enamorar de Valeria,
del momento en que nos conocimos y de los cinco años de ires y venires, risas y
lágrimas que describía minuciosamente entre líneas. Es curioso como esa clase
de sentimientos puedan surgir hacia alguien que para todos los efectos
prácticos no es más que un personaje de ficción. En toda su arrolladora belleza
y personalidad Valeria era tan inalcanzable para mí como Julieta o Sherezade. Con
una nueva vida, un amante muerto y otro en ciernes, de poco me servía que ella
fuese real si no podía hablarle o tocarla.
Sin embargo esta nueva visita me había revelado un
nuevo personaje en la historia. En las cerca de siete páginas que había leído
hasta el momento se repetía con persistencia el nombre de IRBY. Más extraño que
el nombre en sí mismo, era el hecho de que en las primeras tres o cuatro
páginas, este aparecía en la parte superior de una tachadura o escrito sobre
manchones de corrector líquido, en un claro intento por ocultar una palabra específica, palabra que de acuerdo
a la sintaxis y organización de las oraciones no podía ser otra cosa que el
nombre real de dicho personaje. En las páginas siguientes, se mencionaba a IRBY
sin tachones o enmendaduras pero cuidándose
en todo momento de no revelar ningún detalle o descripción que pudiera arrojar
luz sobre la identidad de esta persona.
Con la torturante seguridad de haber escuchado ese apelativo
en algún lado, en algún momento pero sin poder precisar dónde o cuando, seguí
leyendo:
“Agosto
2
Me he
topado en un par de ocasiones con IRBY esta semana. Hemos dialogado acerca de
nuestro mutuo interés y la charla fue
muy productiva. El proyecto que le propongo llevar a cabo puede traducirse por
fin en el éxito que tanto he esperado. Creo que con su ayuda es probable que
obtenga alguna notoriedad. La fama no me importa pero escribir con el estómago
vacío es un ejercicio complicado.
Valeria
y yo tuvimos otra pelea. Mi vacío creativo no contribuye a llenar el vacío en
mis bolsillos. El amor y paciencia que siempre le tuvo a mi profesión se agota
de a pocos cada vez que llega un aviso de desahucio bajo la puerta. El problema
no es el dinero, ella nunca fue materialista. Lo que no soporta es que me quede
todo el día en casa cazando musas. Dice que podría estar haciendo otra cosa que
me genere una entrada mínima mientras escribo. ¿Cómo qué? ¿Escribir para
revistas de tiras cómicas? ¿Dar clases de literatura en una escuela con un
montón de monos insufribles? Ni hablar. No sé por qué no puede comprender que
necesito de dedicarme de lleno a lo que amo. Ya pronto me llegará el día.
Agosto
6
En
definitiva la casualidad de haber conocido a IRBY se muestra cada vez más
providencial. Me ha enseñado algunos preliminares y los encuentro muy adecuados.
Creo que podemos lograr grandes cosas juntos.
Una
vez más Valeria piensa salir en la noche. Me quedaré en casa escribiendo. No es
porque esté particularmente inspirado, es solo que no tengo dinero…en realidad
es más que eso. No me gustan sus amigos…no
me gusta uno de sus amigos. “El imbécil” es jactancioso e insoportable. No sé cómo
lo toleran. ¿Tendrá algo que ver con que es exitoso, apuesto e interesante?
Agosto
10
Anoche
trabajé hasta la madrugada con IRBY. Por primera vez, desde que nos conocimos
en el evento, nos desviamos un poco del tren de labores y discutimos acerca de
cosas más mundanas. Además de contar con gran talento parece ser una persona
interesante y amena para charlar pese a las notables diferencias que nos
apartan.
Valeria
está distante e irascible. Me pregunto si se está empezando a desenamorar solo
de mi trabajo o también de mí. Cada vez nos vemos menos, cada vez llama menos. ¿Por qué no puede comprender que
este es un triunfo del que quiero que sea parte? Amo a Valeria pero a veces es
tan difícil…
AGOSTO
15
Aprovechando
el feriado decidí invitar a IRBY a tomarse unos tragos. Contra todo pronóstico
se entendió bastante bien con Valeria. Nos divertimos como hacía mucho no lo
hacíamos, en medio de vino y bromas. Por
fin pude ilustrar a Valeria un poco más frente al proyecto y creo que está más
tranquila e involucrada ahora. Confía un poco más en que estoy teniendo avances
reales. No obstante debo evitar que estas reuniones se den a menudo. Se
entendieron demasiado bien y no tengo interés alguno en que mi pseudo-colega me
quite a mi novia jaja. Amo a Valeria.
AGOSTO
30
Muy
ocupado, sin tiempo para adelantar mucho mi diario. Las cosas con Valeria van
mal. ¿Podría mostrarse un poco más interesada? ¿Algo más cariñosa? Amo a
Valeria.
SEPTIEMBRE
3
Tuvimos
una trifulca por teléfono. Ya ni siquiera discutimos en vivo. Amo a Valeria.
SEPTIEMBRE
13
Valeria
sacó su ropa de mi casa. Así tendré menos distracciones en mi proceso creativo.
Me digo eso una y otra vez para creer que hay algo positivo en la situación.
Amo a Valeria
Pero
no cabe duda de que las cosas se ponen difíciles.
Me fui
de juerga con IRBY. Me dice que Valeria ya volverá. Una relación de tantos años
no se desvanece así como así, me asegura. Bromea con que mientras, debo
disfrutar de mi soltería pasajera. Las chicas del antro al que vamos no están
nada mal. Mis habilidades sociales de por si pobres se entorpecen más aun con una
desconocida sobre las piernas. IRBY se burla a carcajadas con su propia chica
en su regazo. La música estaba muy alta
y no pudimos hablar mucho pero por lo menos me distraje un poco. Es agradable
pasar tiempo con IRBY.
SEPTIEMBRE
27
Dos
semanas de trabajo continuo en casa de IRBY. No hemos avanzado mucho. Nos distraemos.
Amo a Valeria. La extraño. A veces hablamos.
OCTUBRE
6
Un
excelente día con IRBY. Decidimos dejar un poco el trabajo de lado y fuimos a
divertirnos un rato. Le he tomado bastante aprecio. Su compañía ha sido
invaluable en estos días de depresión. Valeria y yo hemos vuelto a vernos. Está
radiante. Se preocupa por mí, me dice que me ve delgado y enfermizo. Hablamos
de nosotros. Quiero creer que aún hay esperanza. Amo a Valeria.
OCTUBRE
17
Pésimo
cumpleaños. Solo y sin dinero. Valeria me hizo una llamada corta y formal para
felicitarme. IRBY apareció en la noche y me trajo un pequeño panqué con una
vela en el centro y un par de botellas de vino barato. Nos embriagamos. No
puede imaginar cuanto le agradezco. Me hizo el día menos miserable. A veces no sé
qué sería de mí sin su oportuna compañía. Amo a Valeria…pero ¿Valeria aún me
amará?
OCTUBRE
26
Amo
a Valeria. ¿Si tanto la amo por qué lo hice? Ahora sé que no hay marcha atrás y
soy una maraña de sentimientos encontrados. Nunca la recuperaré después de esto
si llega a enterarse. Se me ocurren mil excusas para ofrecer a cualquiera que
me pregunte, pero en mi interior sé que es todo mi culpa el haber….
La página terminaba con esa última palabra. Frustrado,
me fue imposible seguir leyendo. Increíble como la simple habilidad de pasar
una hoja me separaba de una revelación que percibía como vital. Estaba considerando ir en busca de Monseñor para tratar de
convencerlo de que diera vuelta por lo menos a una última página cuando la luz
se filtró bajo la puerta y el murmullo de dos voces que conversaban alegremente
me alcanzó.
–Una vez más le agradezco que me permita revisarlo
Doña Martha, usted como siempre tan bella – dijo con una sonrisa cansada
Valeria.
–Esas son bobadas mamita, nosotras somos casi familia.
Además estoy segura que a Dieguito le hubiese gustado que usted lo tuviera. Por
lo menos me alegra saber que no soy la única prendida de estos papeles y que
alguien más los aprecia– Respondió mamá caminando de gancho con ella.
Rebuscando entre los bolsillos de su delantal, sacó un
manojo de llaves y tras seleccionar la indicada abrió la puerta de par en par.
–De caridad le agradezco que entre usted a buscarlo,
ese polvero me mata y ya a esta edad me toca cuidarme– Rogó mamá con una
sonrisa.
Valeria ingresó y haló de la cadenilla para encender
la bombilla. La visión del cajón y el diario abiertos en medio de un cuarto que
llevaba tan largo tiempo cerrado bajo llave, la perturbó visiblemente. Pareció
leer someramente el pasaje expuesto y algo en definitiva captó su atención.
Tomó el libro entre sus manos y lo acercó a la luz para ver mejor. Dobló la página
y tras una fracción de segundo su rostro se puso lívido.
– ¿Si lo encontró mijita? – inquirió mi madre desde
fuera
Cerrando el libro antes de que pudiese ver nada, lo
guardó en su bolso y salió a toda prisa.
– Muchas gracias Doña Martha, yo se lo devuelvo cuando
lo desocupe, me encantó verla– Dijo Valeria besando apresuradamente la mejilla
de mi madre y dirigiéndose hacia la puerta a medio correr.
– ¿Qué le pasó mamita? ¿Por qué está tan pálida? ¿Se
siente mal? ¿Le provoca que le haga una agüita de algo? – Inquirió mamá entre
sorprendida y preocupada.
Valeria descartó sus atenciones cortésmente y sin
detenerse salió del departamento.
Abatido y confuso solo atiné a ir a buscar a Carlos y
a Monseñor para que me sacaran de ese sitio. De ser posible y si contaba con su
colaboración, iría hasta la casa de Valeria para descubrir que sucedía. A
Carlos lo encontré merodeando por los pasillos del edificio. A Monseñor lo
encontré en el cuarto de Daniel. Sin embargo, por primera vez había incumplido
su promesa. Esta vez, lo estaba tocando.
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