jueves, 30 de mayo de 2013

SUICIDIO S.A., CAPITULO 6, IRBY



CAPITULO 6
IRBY
Si recordar es vivir,  sin duda olvidar es morir un poco. Morir debería ser entonces una bendición para el suicida. Pero existen aún algunos que, como yo, deciden escupir en la cara de la providencia y tratan de hurgar sin consideración entre los remanentes del pasado. La  habitación era minúscula, no más que un cuarto de “san alejo” reservado para los cachivaches y desechos de una época que hubiese querido ser dorada.  Cajas enmohecidas y ruinosas se apilaban hasta el techo, conformando una  triste despensa de  promesas aplazadas. Mis archivos incompletos eran guardados con celo por mi madre, si no por el talento  en ellos contenido cuando menos por nostalgia de lo que pudo haber sido.  

Beata hasta la médula, nunca estuvo muy de acuerdo con las temáticas truculentas y siniestras que a menudo poblaban mis escritos, achacando mi obsesión por lo oculto a la temprana muerte de mi padre en un accidente de tránsito. No obstante ese terco orgullo de madre que no abandona ni a la progenitora del peor reo la obligaba a presumir de su hijo “escritor” siempre que podía.

En retrospectiva, se puede decir que mamá me dio vida dos veces. La primera  en mi nacimiento y la segunda, gracias a los registros de mi trabajo que meticulosamente guardó y sin los cuales mi existencia espectral habría estado desprovista de memorias. Aún no se si deba agradecerle o reclamarle.

Sumergido en el mar de mis proyectos inconclusos leía con avidez las más recientes entradas de mi diario. Sin duda era menester alejarme por un rato  de “La Antorcha” después del fiasco de mi plan.   Cualquiera que haya sido la protección emplazada en la puerta escondida de la oficina de Don Orlando, era claro que estaba diseñada para ahuyentar fantasmas causando el mayor daño posible.  Doña Adela, Kiara y yo aún no nos reponíamos del episodio. Flotábamos tenues, a la deriva y sin energía para siquiera manifestarnos a voluntad. Por días deambulamos con la fatídica apariencia que teníamos el día de nuestra muerte: la mucama con su soga al cuello, la artista desangrándose por las muñecas  y el escritor frustrado con un balazo en la sien. Un trío funesto incluso a vista de nuestros pares, que tuvieron que esperar cerca de una semana para poder obtener una explicación muy poco satisfactoria de los sucesos acontecidos. Curiosamente,  solo Max parecía no haber sido afectado por el incidente y además de una visible e infructuosa preocupación por tratar de cuidar de nuestra “salud”, su apariencia y comportamiento permanecían invariables.

Nuestra condición mejoró un poco con el tiempo pero el ambiente se tornó más tenso. Recriminaciones y culpas llovieron sobre mí. Doña Adela apenas saludaba por forzada urbanidad y Kiara decidió no dirigirme la palabra en respuesta a lo que llamó “un plan estúpido, infantil y egoísta que no logró más que hacernos correr riesgos innecesarios para satisfacer mi curiosidad”. Un temor amorfo las invadía y solo a través de sus reclamos podían de alguna manera justificar la fuente desconocida de su inquietud. Evidentemente la cercanía de EL OLVIDO  las había desencajado por completo pese a no haber sido conscientes de su presencia. No obstante no me atreví a relatarles todo lo ocurrido para no acrecentar aún más su terror y confusión. Para colmo, debido al bochornoso incidente “El Imbécil” había sido echado a patadas de la oficina de Don Orlando y hacía semanas que ni a él ni a Valeria se les veía por el bar.

Al borde de mi paciencia, decidí hacer una de mis conocidas excursiones a casa de mamá para adelantarme en el diario. Carlos estuvo más que presto a ayudarme esta vez.

¿Quién iba a creer que a las mujeres fantasmas les viene la regla eh? Ese par ha estado mas intolerable que de costumbre últimamente. Lo que sea por salir de aquí

El transporte estaba listo, pero el músculo que me ayudaba a abrir el cajón del escritorio, buscar el diario y pasar las páginas era otra historia.

– Cuando te cumplí el caprichito de salvar el cuadro del maldito gato ese te dije que te iba a salir caro ¿recuerdas muchacho? – Preguntó  Monseñor con una desagradable sonrisa.

–Imposible olvidarlo. Todos los días me pregunto si a lo mejor habría salido más barato venderle mi alma al diablo… ¿Qué es lo que quiere esta vez? – Pregunté sin poder evitar que la repulsión empezara a invadirme. Repulsión por el cura…repulsión por mí mismo.

En otras ocasiones Monseñor me había prestado su invaluable servicio por un repugnante precio. El departamento de mi madre estaba en el décimo piso de un edificio en el que vivía mucha gente. Viudas como mamá, solteros, parejas recién de recién casados…familias. El antiguo prelado había accedido a ayudarme con la condición de que en cada visita, le indicara un departamento diferente en el que hubiese un niño, varón para más señas. Según sus exigencias, pasaría las páginas de mi diario durante quince minutos, tarea que aunque corta lo agotaba visiblemente dada la minucia y precisión requeridas.  También quince minutos,  dedicaría luego a “visitar” al niño elegido, “a solas” de acuerdo a sus términos, es decir, sin mi presencia o la de Carlos.

La primera vez, la idea me pareció inaceptable e inmoral más allá de toda concepción. Pero luego mi sed de memoria empezó a justificarme. Quince minutos era muy poco tiempo y luego de lo exhausto que lucía el anciano tras usar su talento, era muy poco probable que lograra materializarse lo suficiente para siquiera rozar a alguien. Además si el niño gritaba o lloraba muy seguramente sus padres acudirían en su ayuda frustrando cualquier avance del viejo. Terminó de convencerme cuando, en esa primera ocasión, prometió con un guiño que no tocaría al niño aún si sus capacidades se lo permitieran. Luego de la primera visita y tras revisar con recelo al chico, no noté nada anormal. Las siguientes visitas tampoco presentaron ninguna novedad: los niños continuaban riendo, jugando, observando televisión o simplemente durmiendo sin trastorno aparente. Poco a poco me fui tranquilizando y la grotesca exigencia se hizo rutinaria.

No obstante sentía en el fondo que estaba aceptando un trato perverso. Solo Dios sabía qué nauseabunda necesidad podría estar supliendo el anciano con los niños y al exponerlos a  sus potenciales vejaciones, aun cuando fueran etéreas,  era indudable que yo mismo me estaba condenando.

–Esta vez quiero hacerle una visita a tu sobrino– Dijo tajante Monseñor.

Durante muchos años mamá se aferró a la casa donde había vivido con mi padre y en la que nos criamos mi hermana y yo. Esa misma casa que eventualmente abandonamos para hacer nuestras vidas.  La soledad magnificada por una casa grande y vacía, pudo más que la nostalgia y luego de un par de años de nuestra partida, mamá decidió venderla y mudarse a un departamento más pequeño rodeado de vecinos que pudiera saludar cortésmente cuando se los topara en el ascensor.  No obstante su mayor desahogo social estaba constituido por las vacaciones de Daniel, el hijo de mi hermana. Cuando la escuela terminaba, Daniel solía quedarse un par de meses en el departamento, engordando como puerco con cada manjar que le embutía mi madre, escuchando con atención las viejas historias familiares que ella le contaba y pasando horas enteras observando álbumes de fotos descoloridas y sobre todo, embarazosas.

– Está bien. Las mismas reglas aplican– Respondí sin pensarlo demasiado.

La propuesta resultó ultrajante a primera vista, pero como en casos anteriores mi curiosidad y mi falta de conexión con el chico hicieron su parte. La facilidad con la que a veces me alejaba de toda humanidad y decencia me sorprendía y aterraba a la vez. ¿Sería este desprendimiento consecuencia de mi condición fantasmal o había siempre sido un bastardo insensible y egoísta?

Trataba de hallar la respuesta a esta y otras preguntas entre las páginas de mi diario. A lo largo de mis visitas me había enterado de parte de mi historia: mi profesión, mis antecedentes, mis manías, mi historia familiar, el nombre de mis escasos amigos e incluso detalles más banales como las comidas que disfrutaba o los autores que leía.

A través de mi diario me volví a enamorar de Valeria, del momento en que nos conocimos y de los cinco años de ires y venires, risas y lágrimas que describía minuciosamente entre líneas. Es curioso como esa clase de sentimientos puedan surgir hacia alguien que para todos los efectos prácticos no es más que un personaje de ficción. En toda su arrolladora belleza y personalidad Valeria era tan inalcanzable para mí como Julieta o Sherezade. Con una nueva vida, un amante muerto y otro en ciernes, de poco me servía que ella fuese real si no podía hablarle o tocarla.  

Sin embargo esta nueva visita me había revelado un nuevo personaje en la historia. En las cerca de siete páginas que había leído hasta el momento se repetía con persistencia el nombre de IRBY. Más extraño que el nombre en sí mismo, era el hecho de que en las primeras tres o cuatro páginas, este aparecía en la parte superior de una tachadura o escrito sobre manchones de corrector líquido, en un claro intento por ocultar  una palabra específica, palabra que de acuerdo a la sintaxis y organización de las oraciones no podía ser otra cosa que el nombre real de dicho personaje. En las páginas siguientes, se mencionaba a IRBY sin tachones o enmendaduras  pero cuidándose en todo momento de no revelar ningún detalle o descripción que pudiera arrojar luz sobre la identidad de esta persona.

Con la torturante seguridad de haber escuchado ese apelativo en algún lado, en algún momento pero sin poder precisar dónde o cuando, seguí leyendo:

“Agosto 2
Me he topado en un par de ocasiones con IRBY esta semana. Hemos dialogado acerca de nuestro mutuo interés y la charla  fue muy productiva. El proyecto que le propongo llevar a cabo puede traducirse por fin en el éxito que tanto he esperado. Creo que con su ayuda es probable que obtenga alguna notoriedad. La fama no me importa pero escribir con el estómago vacío es un ejercicio complicado.

Valeria y yo tuvimos otra pelea. Mi vacío creativo no contribuye a llenar el vacío en mis bolsillos. El amor y paciencia que siempre le tuvo a mi profesión se agota de a pocos cada vez que llega un aviso de desahucio bajo la puerta. El problema no es el dinero, ella nunca fue materialista. Lo que no soporta es que me quede todo el día en casa cazando musas. Dice que podría estar haciendo otra cosa que me genere una entrada mínima mientras escribo. ¿Cómo qué? ¿Escribir para revistas de tiras cómicas? ¿Dar clases de literatura en una escuela con un montón de monos insufribles? Ni hablar. No sé por qué no puede comprender que necesito de dedicarme de lleno a lo que amo. Ya pronto me llegará el día.

Agosto 6
En definitiva la casualidad de haber conocido a IRBY se muestra cada vez más providencial. Me ha enseñado algunos preliminares y los encuentro muy adecuados. Creo que podemos lograr grandes cosas juntos.

Una vez más Valeria piensa salir en la noche. Me quedaré en casa escribiendo. No es porque esté particularmente inspirado, es solo que no tengo dinero…en realidad es más que eso.  No me gustan sus amigos…no me gusta uno de sus amigos. “El imbécil” es jactancioso e insoportable. No sé cómo lo toleran. ¿Tendrá algo que ver con que es exitoso, apuesto e interesante?

Agosto 10
Anoche trabajé hasta la madrugada con IRBY. Por primera vez, desde que nos conocimos en el evento, nos desviamos un poco del tren de labores y discutimos acerca de cosas más mundanas. Además de contar con gran talento parece ser una persona interesante y amena para charlar pese a las notables diferencias que nos apartan.

Valeria está distante e irascible. Me pregunto si se está empezando a desenamorar solo de mi trabajo o también de mí. Cada vez nos vemos menos, cada vez  llama menos. ¿Por qué no puede comprender que este es un triunfo del que quiero que sea parte? Amo a Valeria pero a veces es tan difícil…

AGOSTO 15
Aprovechando el feriado decidí invitar a IRBY a tomarse unos tragos. Contra todo pronóstico se entendió bastante bien con Valeria. Nos divertimos como hacía mucho no lo hacíamos,  en medio de vino y bromas. Por fin pude ilustrar a Valeria un poco más frente al proyecto y creo que está más tranquila e involucrada ahora. Confía un poco más en que estoy teniendo avances reales. No obstante debo evitar que estas reuniones se den a menudo. Se entendieron demasiado bien y no tengo interés alguno en que mi pseudo-colega me quite a mi novia jaja. Amo a Valeria.

AGOSTO 30
Muy ocupado, sin tiempo para adelantar mucho mi diario. Las cosas con Valeria van mal. ¿Podría mostrarse un poco más interesada? ¿Algo más cariñosa? Amo a Valeria.

SEPTIEMBRE 3
Tuvimos una trifulca por teléfono. Ya ni siquiera discutimos en vivo. Amo a Valeria.

SEPTIEMBRE 13
Valeria sacó su ropa de mi casa. Así tendré menos distracciones en mi proceso creativo. Me digo eso una y otra vez para creer que hay algo positivo en la situación. Amo a Valeria
Pero no cabe duda de que las cosas se ponen difíciles.

Me fui de juerga con IRBY. Me dice que Valeria ya volverá. Una relación de tantos años no se desvanece así como así, me asegura. Bromea con que mientras, debo disfrutar de mi soltería pasajera. Las chicas del antro al que vamos no están nada mal. Mis habilidades sociales de por si pobres se entorpecen más aun con una desconocida sobre las piernas. IRBY se burla a carcajadas con su propia chica en  su regazo. La música estaba muy alta y no pudimos hablar mucho pero por lo menos me distraje un poco. Es agradable pasar tiempo con IRBY.

SEPTIEMBRE 27
Dos semanas de trabajo continuo en casa de IRBY. No hemos avanzado mucho. Nos distraemos. Amo a Valeria. La extraño. A veces hablamos.

OCTUBRE 6
Un excelente día con IRBY. Decidimos dejar un poco el trabajo de lado y fuimos a divertirnos un rato. Le he tomado bastante aprecio. Su compañía ha sido invaluable en estos días de depresión. Valeria y yo hemos vuelto a vernos. Está radiante. Se preocupa por mí, me dice que me ve delgado y enfermizo. Hablamos de nosotros. Quiero creer que aún hay esperanza. Amo a Valeria.

OCTUBRE 17
Pésimo cumpleaños. Solo y sin dinero. Valeria me hizo una llamada corta y formal para felicitarme. IRBY apareció en la noche y me trajo un pequeño panqué con una vela en el centro y un par de botellas de vino barato. Nos embriagamos. No puede imaginar cuanto le agradezco. Me hizo el día menos miserable. A veces no sé qué sería de mí sin su oportuna compañía. Amo a Valeria…pero ¿Valeria aún me amará?

OCTUBRE 26
Amo a Valeria. ¿Si tanto la amo por qué lo hice? Ahora sé que no hay marcha atrás y soy una maraña de sentimientos encontrados. Nunca la recuperaré después de esto si llega a enterarse. Se me ocurren mil excusas para ofrecer a cualquiera que me pregunte, pero en mi interior sé que es todo mi culpa el haber….

La página terminaba con esa última palabra. Frustrado, me fue imposible seguir leyendo. Increíble como la simple habilidad de pasar una hoja me separaba de una revelación que percibía como vital.  Estaba considerando ir  en busca de Monseñor para tratar de convencerlo de que diera vuelta por lo menos a una última página cuando la luz se filtró bajo la puerta y el murmullo de dos voces que conversaban alegremente me alcanzó.

–Una vez más le agradezco que me permita revisarlo Doña Martha, usted como siempre tan bella – dijo con una sonrisa cansada Valeria.  

–Esas son bobadas mamita, nosotras somos casi familia. Además estoy segura que a Dieguito le hubiese gustado que usted lo tuviera. Por lo menos me alegra saber que no soy la única prendida de estos papeles y que alguien más los aprecia– Respondió mamá caminando de gancho con ella.

Rebuscando entre los bolsillos de su delantal, sacó un manojo de llaves y tras seleccionar la indicada abrió la puerta de par en par.

–De caridad le agradezco que entre usted a buscarlo, ese polvero me mata y ya a esta edad me toca cuidarme– Rogó mamá con una sonrisa.

Valeria ingresó y haló de la cadenilla para encender la bombilla. La visión del cajón y el diario abiertos en medio de un cuarto que llevaba tan largo tiempo cerrado bajo llave, la perturbó visiblemente. Pareció leer someramente el pasaje expuesto y algo en definitiva captó su atención. Tomó el libro entre sus manos y lo acercó a la luz para ver mejor. Dobló la página y tras una fracción de segundo su rostro se puso lívido.

– ¿Si lo encontró mijita? – inquirió mi madre desde fuera

Cerrando el libro antes de que pudiese ver nada, lo guardó en su bolso y salió a toda prisa.

– Muchas gracias Doña Martha, yo se lo devuelvo cuando lo desocupe, me encantó verla– Dijo Valeria besando apresuradamente la mejilla de mi madre y dirigiéndose hacia la puerta a medio correr.

– ¿Qué le pasó mamita? ¿Por qué está tan pálida? ¿Se siente mal? ¿Le provoca que le haga una agüita de algo? – Inquirió mamá entre sorprendida y preocupada.

Valeria descartó sus atenciones cortésmente y sin detenerse salió del departamento.

Abatido y confuso solo atiné a ir a buscar a Carlos y a Monseñor para que me sacaran de ese sitio. De ser posible y si contaba con su colaboración, iría hasta la casa de Valeria para descubrir que sucedía. A Carlos lo encontré merodeando por los pasillos del edificio. A Monseñor lo encontré en el cuarto de Daniel. Sin embargo, por primera vez había incumplido su promesa. Esta vez, lo estaba tocando. 

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